Aquí
sacio el poder de las palabras: serás como yo cuente. Sólo tendrás cuarenta
días-luz para quien nos descubra detrás de estos poemas.
Quizá
no te ilumines al quitarte la ropa, no sugieras desnuda un animal; quizá a tu
alrededor haya sólo alquitrán. Tal vez sea inventado el color de tus ojos, tal
vez te haya tejido con todas mis aventis: la oscura jugadora que se tiró de un
puente, la niña que conserva hadas en mermelada, la impasible arrancada de un
cartel de boxeo. El tambor navegando en aguas del estómago, que se llena de
sangre siempre a la misma hora.
Tal
vez existas para que yo escriba soy suelo de tus huellas, sombra de tu
importancia. Que el mundo te contemple los próximos mil años.
(EL MAR EN EL BUZÓN, pág. 36)
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