OCTUBRE DESPUÉS DE MAYO
Los he visto cerrar obedientes los ojos
e imaginárselo,
y antes de eso sentir una por una
las partes de su cuerpo,
y luego proyectar
un corazón con veinte años nuevos,
echarlo a navegar sobre las tablas
por ser mejores –ellos, más que el mundo-.
Los he visto llegar
cargando maletines arañados,
con esa misma piel, con sus ojeras,
con las fotos del crío en la cartera,
con sus bolsas de ganas de pensar,
a veces rotas,
y sentarse formando un círculo.
Reírse, conocerse
dos centímetros más de lo supuesto,
preguntarse los unos a los otros
por las cosas normales de la vida,
muy poco a poco, abriendo
cada respuesta igual
que una puerta blindada.
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